Jugando
al escondite nos perdimos, encontramos a
otras personas y pensábamos
que
el juego había acabado, pero seguíamos
escondidos, buscándonos el uno al
otro sin saberlo. Ha sido bonito porque
cuando ya no
recordábamos ni como se
jugaba al escondite un buen día me
encuentras porque
decidiste volver a jugar y
recordarme que yo también estaba
jugando.
Ahora no quiero volver a jugar a este
juego, ya
sabes que soy muy despistado
y se me olvida que juego y acabo perdido
en otro sitio,
menos mal que tú tienes
una buena brújula, de esas que a veces
pierden el
norte
pero siempre encuentran
un buen refugio para pasar la noche.
Y al final esos refugios son los que nos
ayudan a
pasar el día por muy largo y
duro que sea, porque sabemos que por la
noche
volvemos a la cueva y allí
volvemos a sentir esas mariposas en el
estómago, esos
latidos a 200 por hora, ese
mirarte, ir a decir tu nombre y
titubear porque es
puro nervio lo que me entra
con solo pensarte y repensarte.
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