Las personas nos empeñamos en marcar nuestro territorio, bueno los animales también lo hacen, pero nuestra noción de seres humanos nos lleva a hacerlo de muchas formas, políticamente, económicamente, patrimonialmente y socialmente.
En cuanto a esta última, las personas marcamos fronteras con el resto de gente según veamos que avanzan o disminuyen las relaciones. Cuando queremos o estamos a gusto con alguien dejamos que pase nuestras fronteras, le enseñamos nuestro territorio, compartimos pensamientos, emociones, experiencias... y cada vez estamos más a gusto y sin preocuparnos por esos límites derrocados e incluso se nos llegan a olvidar, el problema es cuando un día nos despertamos y de repente tenemos la sensación de haber sido invadidos de que ya no es nuestro territorio que es algo común y que ya no controlamos todas las situaciones, eso nos asusta y hace que volvamos a poner las cosas en su sitio y a levantar los límites incluso más altos que antes, aunque mucho mas endebles ya que la persona a la que dejamos entrar conoce nuestras barreras y podrá desactivarlas con un par de soplidos fuertes.
Compartir vuestras historias, territorios, pensamientos, sentimientos... con esa persona con la que sabéis que estáis a gusto, no tengáis miedo porque si realmente os apetece que esté estará.
¿Y bien? ¿Qué decides? ¿me dejas entrar?
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