Llegaba a eso de las 9 de trabajar, ella ya había llegado, la biblioteca no era uno de sus fuertes en días de lluvia, estaba sentada en el sofá, escribiendo en su cuaderno rojo, el llegó y se puso a su lado, ella le miró y sonrío, su sonrisa era única, no es que no hubiera una igual es que nunca la habría y nunca la había habido. Él solo se limitó a mirarla y a devolverle la sonrisa, no necesitaban más.
Estuvieron un rato así solo mirándose hasta que ella se levantó y dijo sígueme, él sin preguntar, siempre fiado de ella la siguió, le cogió la mano y fue detrás de ella que le llevó hasta la habitación y sacó del armario una caja bastante grande la abrió le enseñó todas las cosas que tenían de sus momentos juntos desde que se conocieron.
Me encanta, gracias por esto ¿Y por qué me lo enseñas ahora? preguntó el. Ya no necesito guardar nuestros recuerdos, ahora comenzaremos a guardar nuestro futuro, ¿Quieres casarte conmigo? dijo ella.
Él la miró y sin decir una palabra, rozó con su mano izquierda la mejilla derecha de ella, mientras que con la otra mano la acercó a él por la cintura y se besaron, hasta que el la susurró, me tienes loco, sí, quiero casarme contigo. La lluvia, golpeando fuerte el cristal pidiendo entrar para vivir ese momento siguió presente en todos los momentos importantes de sus vidas.
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